Un penetrante bramido
rompe el silencio en esta fría y soleada mañana en las montañas cantábricas.
Emerge desde el fondo de un mar de escobas y brezos entre los que cuesta ver al
responsable de semejante demostración de poderío sonoro. Le sigue otro berrido en
un breve lapsus de tiempo. Y otro. Y otro más. No hay duda de que en esta
ladera hay una notable densidad de venados. Poco a poco los protagonistas se
dejan ver. Enormes cuernas de casi una decena de puntas asoman por encima de la
vegetación como el periscopio de un submarino lo hace en la línea del mar.
Los grupos de hembras
deambulan arriba y abajo por la ladera, alimentándose casi sin cesar. Y eso es lo que cada macho
ofrece a su harén: el territorio con los mejores pastos. El problema es que
otros machos también piensan lo mismo…
Las lluvias se han
retrasado mucho este año y a estas alturas del otoño, el ciclo de la berrea se
acelera. Están en la semana de las cópulas y no hay tiempo que perder. Los
nervios se suceden en las laderas y las peleas entre el macho de un territorio
y otros machos visitantes se suceden. Es entonces cuando los berridos no cesan,
y esta porción de la cordillera Cantábrica es una de las mejores zonas no sólo
para escucharlo, sino para observarlo. Las hembras, más confiadas, tienen menos
problema en dejarse ver pero en pocos sitios de la cornisa Cantábrica se pueden
observar tan de cerca a los enormes venados.
Cada final de septiembre
suelo ser fiel a una de las citas más estremecedoras con la naturaleza ibérica:
la berrea del ciervo. En esta ocasión me he venido a disfrutar del espectáculo
natural de la berrea a Alto Campoo (Cantabria), en las montañas donde nace el
Ebro (y el Nansa, y un afluente del Pisuerga…). En las alturas del Circo de
Alto Campoo y en compañía de Naturea Cantabria, empresa que realiza las visitas guiadas a
la berrea cántabra en Liébana, Saja-Nansa y Alto Campoo. Repetiré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario