Páginas

sábado, 28 de febrero de 2015

Río Tinto, el fluir de los colores

En la tierra de la luz, de los colores y de los contrastes, donde el cromatismo es la razón de ser de su bendecida naturaleza, hasta los ríos son de colores. En la tierra donde el rojo, con sus diferentes tonalidades, está presente en sus fresas, en sus flamencos, en sus jamones…, es el color que tiñe también uno de los ríos más emblemáticos de Huelva: el Río Tinto.

Y, como emulando los diferentes vinos del Condado de Huelva, el curso fluvial engalana sus tonos rojos del escarlata al carmesí, pero también amarillos, naranjas y dorados que, lejos de teñirse al amparo de la cuenca minera que ha hecho mundialmente conocido al río Tinto, el curso de agua emana de la tierra ya con el color adquirido. El río ya era tinto antes de la llegada de los romanos, los primeros que se interesaron por la minería en esta zona al sureste de la sierra de Aracena. El color no es pues fruto de contaminación por la actividad minera sino por brotar desde el interior de la fosa de pirita más grande de Europa y una de las mayores del mundo (perteneciente a la Faja Pirítica Ibérica).
Corta de Peña del Hierro

Una vez en superficie, donde nace en la Peña del Hierro y se alimenta fruto de la unión de tres regatos en las inmediaciones de este yacimiento en la sierra de Padre Caro (Nerva), el río serpentea por el relieve onubense durante un centenar de kilómetros en busca del Atlántico. Antes de rendir tributo al océano, el Tinto vierte sus aguas al  río Odiel en la Bahía de Huelva dando lugar a un puñado de marismas que bien han merecido su designación como Reserva de la Biosfera.
Las aguas tienen un pH muy ácido y están cargadas de metales

Piritas y calcopiritas, sulfuros de metales pesados como hierro y cobre, son los responsables de tan singular color. Como cabe de esperar en un ambiente de pH muy ácido, como es el agua del río Tinto, las condiciones no son las mejores para que la vida se desarrolle. Al menos la vida entendida como seres superiores. En el río no hay peces, ni ningún otro vertebrado. Si abundan (y mucho) las bacterias y los hongos (miles de especies), los organismos unicelulares y pluricelulares; los microorganismos quimiolitótrofos que crecen oxidando materia inorgánica. Pero es esa vida la que hace único a este río en el planeta, pues es precisamente la proliferación de jarosita (sulfato de hierro, potasio y sodio sintetizado a partir de agua con pH muy ácido y altos contenidos metálicos), la que le ha puesto en el punto de mira de la ciencia internacional ¿Por qué? porque la jarosita es el mineral encontrado en Marte por el robot Opportunity de la NASA.

Sobre la historia productiva y extractora de esta cuenca minera se ha escrito mucho. Su pasado británico (Riotinto Company Limited), el barrio de Bella Vista del pueblo de Riotinto que forjó no sólo la historia minera de los yacimientos, sino la llegada a nuestro país del fútbol, el golf o el tenis. El llamado “barrio inglés”,  y el parque minero bien merecen una visita desde luego. Para descubrir la historia y mil y una anécdotas del primero nada mejor que hacerlo de la mano de Field work Riotinto. Para el segundo, tras una visita al museo minero, lo mejor es la visita del parque in situ.
Tren turístico en la estación de partida

Como digo (si me permitís un sencillo juego de palabras), sobre la historia del parque minero se han escrito “ríos de tinta” y el responsable es el río Tinto, sobre el que quiero centrarme hoy. Además del mencionado museo, tres son las formas principales de visitar el parque minero: el yacimiento de Peña del Hierro, visitando el propio río o viéndolo desde el tren turístico. Todas guiadas y con magníficas explicaciones. Las tres diferentes y las tres interesantes; todas con las aguas del río como protagonista.
Galería en Peña del Hierro

Peña del Hierro, donde nace el río
Peña del Hierro es un enclave único (declarado Paisaje Protegido) donde nace el río Tinto. Apenas doscientos metros de galería que se recorren a pie separan al visitante del primer contacto visual con las aguas de tan curiosos colores. Es la enorme cubeta al aire libre (corta) donde la extracción ha dejado al descubierto paredes de colores no menos llamativos. Además de esta barandilla a nivel freático, un mirador acondicionado permite una visión más cenital desde la parte alta de la gran fosa. Si cuando lo tengáis delante de vuestros ojos os resulta extraño, no desesperéis. No es extraño, es que directamente es extraterrestre. Como antes apuntaba, si algún lugar fuera de la Tierra tuviera algún parecido con esto, ese sitio es el planeta Marte. O dicho de otro modo, las condiciones de “vida” en Marte deben parecerse mucho a las del río Tinto (análogos marcianos, lo designan los expertos). Esto no pasó inadvertido para la NASA a raíz del descubrimiento de la jarosita y no ha dudado en establecer aquí el mejor laboratorio marciano posible. Por ejemplo realizó aquí su proyecto Marte para tomar muestras y simular el trabajo del Curiosity cuando éste llegase a la superficie del planeta rojo en busca de vida. El mismo rover Curiosity que se posó en el cráter Gale de Marte, antes estuvo aquí entrenando. O más recientemente el Eurobot de la Agencia Espacial Europea.

El tren turístico
Una visión diferente es la que se obtiene desde la ventanilla de época (s. XIX) del tren turístico que recorre la mina a lo largo de 12 km. como parte del trazado que antaño hiciera el ferrocarril minero hasta el puerto de Huelva. Un domingo al mes lo hace impulsado por una locomotora de vapor. Una nota común flota en el ambiente de cada vagón, la cara de incredulidad de los visitantes ante la magnitud de las infraestructuras del yacimiento y, sobre todo, la belleza del río. Una experiencia  minera también fuera de órbita (las de los ojos) ante tal cantidad de colores imposibles, los del río por un lado y el complemento cromático del verde de los pinos y el azul del cielo. ¡Fantástica postal!

Pinos y algunos eucaliptos –especies alóctonas- monopolizan la vegetación de la cuenca minera por ser plantadas por los británicos sabedores de que en un suelo tan ácido  sólo éstas eran capaces de crecer en estas tierras repletas de minerales.

El tren realiza un recorrido guiado de una hora y media ida y vuelta. Las vías van paralelas al río (dejándolo a la izquierda), que poco a poco empieza a verse cercano y cada vez con más caudal, sobre todo a partir de la estación de las Zarandas hasta llegar a la estación de Los Frailes, donde se puede bajar hasta la orilla y tocar el agua. Fin del trayecto. Y de este post a caballo entre dos planetas.

domingo, 22 de febrero de 2015

Gruta de las Maravillas, por las tripas acuáticas de Aracena

Pisolitos en la sala conocida popularmente como Salda de los Cristales
“Veo cosas maravillosas”. Estas fueron las famosas palabras que pronunció Howard Carter cuando, el 26 de noviembre de 1922, al introducir la luz de la llama de su lámpara por el pequeño hueco abierto en la pared de la tumba intacta de Tutankamón, sus ojos quedaron fascinados por los destellos dorados y reflejos que las piezas del tesoro del joven faraón egipcio producían tras 3.000 años de secreto. Y cosas maravillosas son las que esperan al visitante que cruce el portalón de la calle del Pozo de la Nieve s/n, en la localidad onubense de Aracena porque, tras la puerta de madera con aspecto de un portal más de la citada calle, se encuentra en realidad la entrada a la Gruta de las Maravillas, el tesoro natural de la Sierra de Aracena.
El Gran Salón
Estalactitas

Aquí las cosas maravillosas son estalactitas, salas, estalagmitas, lagos, gours -bañeras o charcos en el suelo de la cavidad-, coladas, pisolitos o bolas calcáreas  en los lagos o charcas, columnas –formadas por la unión de una estalactita y una estalagmita-, excéntricas -estructuras de caprichosas formas estrelladas o de erizo-, etc. elementos y formaciones con el agua y la roca calcárea como protagonistas. Y es que las tripas de Aracena están repletas de agua, como el resto de una sierra que da de beber a muchas poblaciones andaluzas, incluida la capital sevillana.


La Gruta de las Maravillas es una cueva de desarrollo horizontal con tres niveles, el más profundo a 100 metros bajo tierra. Se trata de un auténtico espectáculo visual modelado en las entrañas marmóreas del Cerro del Castillo que desde hace un siglo se muestra a los incrédulos ojos del visitante que, como el arqueólogo Howard Carter en el valle de los Reyes, no dan crédito de cuanta belleza tienen delante.


El emblema geológico del parque natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche fue la primera cueva abierta al turismo en España (1914). La visita turística abarca algo más de la mitad de la longitud de la cueva, en concreto 1.200 metros de sus 2.130 m. de longitud, que se recorren aproximadamente en 45 minutos. La Sala de las Galerías, el Gran Salón, la Sala de la Catedral, el Baño de la Sultana, la Sala de la Esmeralda y Cristalería de Dios, la Sala de los Garbanzos o Los Desnudos, son sus principales atractivos. 

Las que más me impresionaron fueron el Gran Salón por sus descomunales dimensiones, que se observan perfectamente desde el fondo de la sala a medida que ascendemos para regresar al primer nivel, y la sala de la Esmeralda y Cristalería de Dios, con pisolitos de grandes proporciones bajo un agua cristalina magníficamente iluminada.



El mundo tuvo que esperar 3.000 años para contemplar el tesoro de Tutankamón, nosotros sólo 45 minutos para quedar rendidos ante tanta belleza subterránea.

sábado, 14 de febrero de 2015

Ruta del Molino de Molemocho, en las Tablas de Daimiel

El pasado día 2 de este mes se celebró el Día Mundial de los Humedales. El año pasado por estas fechas cinco nuevos humedales se incorporaron a la lista Ramsar: Ría de Villaviciosa (Asturias), las lagunas de Campotejar y de Las Moreras (Murcia), las saladas de Sástago-Bujaraloz (Zaragoza) y los Tremedales de Orihuela (Teruel); así que ya tenemos 73 humedales dentro del convenio Ramsar que ocupan una extensión total de casi 297.000 hectáreas.

Los dos primeros humedales en ser declarados en España (1982) fueron Doñana y las Tablas de Daimiel, y en el segundo es donde me quiero detener hoy.


Existen varias rutas para visitar este ecosistema de tablas fluviales que un día fuera abundante en el centro de la península y que hoy se muestra espléndido y lleno de vida en el espacio natural que mejor lo representa.

 ¿Cuál proponeros? Pues quizá la última en incorporarse a las rutas de uso público del parque. Se trata de la ruta del Molino de Molemocho. Un corto y cómodo paseo señalizado con el color magenta (frente a las rutas amarilla, azul y roja). El recorrido desde el aparcamiento hasta el molino, como puede verse bien en el mapa del parque nacional editado por el CNIG y Parques Nacionales, es de apenas 500 metros y transcurre sobre una pasarela de madera. En su inicio ofrece una buena panorámica de conjunto sobre la laguna Permanente y la Madre del Guadiana.


La bienvenida al molino nos la da el imponente puente de cuatro ojos que salva el río para conducirnos por su pétreo empedrado hasta la puerta del molino de Molemocho, uno de los molinos hidráulicos harineros más antiguos de Castilla – La Mancha. Una excelente obra de rehabilitación del conjunto formado por el edificio y el puente permite al visitante imaginarse cómo debió ser esta gran obra en su mejor momento. En el interior (que puede visitarse bien de forma libre o guiada pero siempre de acuerdo con el Centro de Visitantes del Parque), se encuentra una exposición sobre la vida en Las Tablas y los diferentes aspectos de la relación hombre-agua.


En el exterior del molino una barandilla de madera sirve de observatorio ornitológico sobre la zona inundada en la que nadan zampullines, somormujos, cercetas, azulones, patos cuchara, porrones… y un buen número de ánsares como los de las imágenes. Cerca, en las orillas, suelen permanecer apostadas cigüeñas y garzas.

domingo, 8 de febrero de 2015

Cabañeros. Ruta de La Encina

En una de las zonas más bellas del parque nacional de Cabañeros (Ciudad Real), los Navalucillos, se localiza la cascada del Chorro, su principal atractivo. Justo a la entrada del valle, muy cerca del inicio de la ruta hasta el Chorro de Los Navalucillos, existe una sencilla ruta senderista (paseo incluso por su nula dificultad) que conduce hasta “La Encina”, como todo el mundo conoce en la zona.





Desde la caseta de información del parque nacional y la cancela que restringe el acceso con vehículo privado por la pista que se adentra garganta arriba hacia el Chorro, compartimos los escasos primeros cien metros del recorrido para tomar la bifurcación a la derecha y ascender ligeramente por la pista. Avanzamos entre un mar de jaras coincidiendo con el límite del parque nacional hasta algunos ejemplares de encina de gran tamaño. Se llega enseguida (15 minutos) y el primero que nos recibe, es el más vetusto de todos. Una encina enorme, de porte majestuoso, una copa descomunal y numerosas ramas de gran grosor denotan que se trata de una encina centenaria. Milenaria diría yo. Es un árbol singular. Y como siempre que estamos ante uno de estos viejos árboles cuyo perímetro troncal es más que sobresaliente asalta la misma pregunta ¿Cuánta gente hace falta para rodear el árbol con las manos entrelazadas? No lo he probado (es lo que tiene estar en ese momento sólo dos personas) pero seguro que unas cuantas. A ojo 4-5. Medidas aparte, la ruta de La Encina es un agradable paseo por una de los recorridos menos frecuentados de Cabañeros. Monte mediterráneo en estado puro. Tumbarse a la sombra de este chaparro no tiene precio…