En la tierra de la luz, de los colores y de los contrastes,
donde el cromatismo es la razón de ser de su bendecida naturaleza, hasta los
ríos son de colores. En la tierra donde el rojo, con sus diferentes tonalidades,
está presente en sus fresas, en sus flamencos, en sus jamones…, es el color que
tiñe también uno de los ríos más emblemáticos de Huelva: el Río Tinto.
Y, como emulando los diferentes vinos del Condado de Huelva,
el curso fluvial engalana sus tonos rojos del escarlata al carmesí, pero
también amarillos, naranjas y dorados que, lejos de teñirse al amparo de la
cuenca minera que ha hecho mundialmente conocido al río Tinto, el curso de agua
emana de la tierra ya con el color adquirido. El río ya era tinto antes de la llegada
de los romanos, los primeros que se interesaron por la minería en esta zona al
sureste de la sierra de Aracena. El color no es pues fruto de contaminación por
la actividad minera sino por brotar desde el interior de la fosa de pirita más
grande de Europa y una de las mayores del mundo (perteneciente a la Faja
Pirítica Ibérica).
Una vez en superficie, donde nace en la Peña del Hierro y se
alimenta fruto de la unión de tres regatos en las inmediaciones de este
yacimiento en la sierra de Padre Caro (Nerva), el río serpentea por el relieve
onubense durante un centenar de kilómetros en busca del Atlántico. Antes de
rendir tributo al océano, el Tinto vierte sus aguas al río Odiel en la Bahía de Huelva dando lugar a
un puñado de marismas que bien han merecido su designación como Reserva de la
Biosfera.
Piritas y calcopiritas, sulfuros de metales pesados como
hierro y cobre, son los responsables de tan singular color. Como cabe de esperar
en un ambiente de pH muy ácido, como es el agua del río Tinto, las condiciones
no son las mejores para que la vida se desarrolle. Al menos la vida entendida
como seres superiores. En el río no hay peces, ni ningún otro vertebrado. Si
abundan (y mucho) las bacterias y los hongos (miles de especies), los
organismos unicelulares y pluricelulares; los microorganismos quimiolitótrofos
que crecen oxidando materia inorgánica. Pero es esa vida la que hace único a
este río en el planeta, pues es precisamente la proliferación de jarosita
(sulfato de hierro, potasio y sodio sintetizado a partir de agua con pH muy
ácido y altos contenidos metálicos), la que le ha puesto en el punto de mira de
la ciencia internacional ¿Por qué? porque la jarosita es el mineral encontrado
en Marte por el robot Opportunity de la NASA.
Sobre la historia productiva y extractora de esta cuenca
minera se ha escrito mucho. Su pasado británico (Riotinto Company Limited), el
barrio de Bella Vista del pueblo de Riotinto que forjó no sólo la historia
minera de los yacimientos, sino la llegada a nuestro país del fútbol, el golf o
el tenis. El llamado “barrio inglés”, y
el parque minero bien merecen una visita desde luego. Para descubrir la
historia y mil y una anécdotas del primero nada mejor que hacerlo de la mano de
Field work Riotinto. Para el segundo, tras una visita al museo minero, lo mejor
es la visita del parque in situ.
Como digo (si me permitís un sencillo juego de palabras), sobre
la historia del parque minero se han escrito “ríos de tinta” y el responsable
es el río Tinto, sobre el que quiero centrarme hoy. Además del mencionado
museo, tres son las formas principales de visitar el parque minero: el
yacimiento de Peña del Hierro, visitando el propio río o viéndolo desde el tren
turístico. Todas guiadas y con magníficas explicaciones. Las tres diferentes y
las tres interesantes; todas con las aguas del río como protagonista.
Peña del Hierro, donde nace el río
Peña del Hierro es un enclave único (declarado Paisaje Protegido) donde nace el río Tinto. Apenas doscientos metros de galería que se
recorren a pie separan al visitante del primer contacto visual con las
aguas de tan curiosos colores. Es la enorme cubeta al aire libre (corta) donde la
extracción ha dejado al descubierto paredes de colores no menos llamativos.
Además de esta barandilla a nivel freático, un mirador acondicionado permite
una visión más cenital desde la parte alta de la gran fosa. Si cuando lo
tengáis delante de vuestros ojos os resulta extraño, no desesperéis. No es
extraño, es que directamente es extraterrestre. Como antes apuntaba, si algún
lugar fuera de la Tierra tuviera algún parecido con esto, ese sitio es el planeta Marte. O dicho de otro modo, las condiciones de “vida”
en Marte deben parecerse mucho a las del río Tinto (análogos marcianos, lo designan los expertos). Esto no pasó
inadvertido para la NASA a raíz del descubrimiento de la jarosita y no ha
dudado en establecer aquí el mejor laboratorio marciano posible. Por ejemplo realizó
aquí su proyecto Marte para tomar muestras y simular el trabajo del Curiosity cuando éste llegase a la
superficie del planeta rojo en busca de vida. El mismo rover Curiosity
que se posó en el cráter Gale de Marte, antes estuvo aquí entrenando. O más
recientemente el Eurobot de la
Agencia Espacial Europea.
El tren
turístico
Una visión diferente es la que se obtiene desde la
ventanilla de época (s. XIX) del tren turístico que recorre la mina a lo largo
de 12 km. como parte del trazado que antaño hiciera el ferrocarril minero hasta
el puerto de Huelva. Un domingo al mes lo hace impulsado por una locomotora de
vapor. Una nota común flota en el ambiente de cada vagón, la cara de
incredulidad de los visitantes ante la magnitud de las infraestructuras del
yacimiento y, sobre todo, la belleza del río. Una experiencia minera también fuera de órbita (las de los
ojos) ante tal cantidad de colores imposibles, los del río por un lado y el
complemento cromático del verde de los pinos y el azul del cielo. ¡Fantástica
postal!
Pinos y algunos eucaliptos –especies alóctonas- monopolizan
la vegetación de la cuenca minera por ser plantadas por los británicos
sabedores de que en un suelo tan ácido
sólo éstas eran capaces de crecer en estas tierras repletas de
minerales.
El tren realiza un recorrido guiado de una hora y media ida
y vuelta. Las vías van paralelas al río (dejándolo a la izquierda), que poco a
poco empieza a verse cercano y cada vez con más caudal, sobre todo a partir de
la estación de las Zarandas hasta llegar a la estación de Los Frailes, donde se
puede bajar hasta la orilla y tocar el agua. Fin del trayecto. Y de este post a
caballo entre dos planetas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario